viernes, 19 de diciembre de 2014

La Copa de Cristal


La Copa de Cristal



Tuve el cáliz en mi mano. 
La oportunidad de haber tomado un camino diferente, oscuro, egoísta y muy solitario.
El poder de manipular el silencio de los demás a mi antojo.
De crear mundos paralelos y meter a quien yo desee en el.
Tuve esa energía fugaz en la palma de mi mano, como una luz interna 
que poco a poco se fue apoderando de mí.

La copa de cristal estaba allí parada, sobre aquella mesa de madera de cedro en una sola pieza sin clavos.
Sobre ella, veintisiete letras dibujadas a mano en piedras de mármol macizo.
Un círculo perfecto, dos velas en cada extremo de la mesa y la copa en medio.
Pasada la medianoche el ritual te invita a rosar el cristal con la yema de tu dedo.
La piel y el cristal se hacen uno en una danza de energía vacía donde tu mente sede ante el silencio.
La magia hace su trabajo y el portal se agrieta para que entres. 
Dos dimensiones quedan unidas para festejar un encuentro que realmente no esperas.

Las palabras brotan de en medio de aquellas letras desparramadas 
para encontrar sentido en lo profundo de tu alma perdida.
Se crea el lazo y los invitados comienzan a discurrir por toda la habitación en penumbras, lejos de tus ojos.
La rueda comienza a girar y el tiempo parece encontrar un descanso en el crepúsculo.
Es entonces cuando la razón golpea a mi puerta y entiendo lo que estoy haciendo, pero es tarde.

Ya no existe un camino de regreso.
La ceremonia llega a su punto más intenso y las voces golpean para entrar en ti.
Destellos de otro universo dejan entre ver imágenes difusas, macilentas y necesitadas.
Un exótico apareo en tinieblas con un ser desconsolado y ávido.
Ahora es done nada vuelve a ser igual.
Siento la energía que se apodera de mí como un calor que recorre mis venas.

Soy la extensión de aquel ilógico mundo oscuro proyectado y me entrego.
La noche encuentra la calma y el silencio se transforma en tu mejor aliado.
Y todo lo que pienso lo convierto en deseo y él lo hace realidad para mí.
Ya no golpeo una puerta para entrar, solo entro y mi presencia se pone de manifiesto ante todos.
Y el deseo de mis ojos camina hasta las puntas de mis dedos y se proyectan en la mente de aquellos olvidados.
Soy lo que queda de un dios que no supo perdonar o tomarse un tiempo.

Lo que daría porque todo fuera diferente.
Por no haber hecho nada para estar acá ahora, pero es tarde.
El espíritu que alguna vez me tocó, camino conmigo un tiempo pero luego se canso.
Y hoy me castiga por mi indiferencia.
Y la suerte me dejo para siempre.

El espejo me muestra otra cara, una realidad que es invisible a mis ojos, a mis sentidos.
Estoy solo.
Nadie quiere verme.
Nadie me extraña.
Y en la estúpida nostalgia, pierdo a los que se acercaron a mí y vuelvo al silencio donde me encontraron.

Tuve el Cáliz en mi mano.
Alguna vez fui un dios que deseaba y tenía lo que quería.
Hoy solo soy aire dentro de la copa.




                                                                                                                por: Luis Sadra.


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