Ciclos.
Algunas cosas no vuelven a ser como eran.
Las personas alteran su esencia.
Se deshacen de capas y capas de todo aquello que les dejo un mal sabor.
Y construyen muros impenetrables.
Escalones en una escalera
que no va a ningún lado,
Luego te hacen trepar por ella discretamente.
Te seducen para que abras
la puerta que te separa del mundo
Y se meten.
.
Ignoran tus cicatrices. Tus viejos estigmas.
Se muestran tibias de piel. Seductoras.
Te abrazan, te besan,
Se desnudan y te aman.
Y cuando tu corazón comienza a latir a un ritmo desconocido, se transforman.
Mutan desde lo más profundo.
.
Como si una conciencia superior
los obligara a partir,
No importa hacia donde.
Y se van, sin afectarles nada.
Amalgamando el amor
con cualquier otro sentimiento.
Aniquilando sueños
que parecían estar sincronizados
Y que ahora se ahogan en un mar de lágrimas secas como hojas de un otoño eterno.
.
Y me quedo con un millón de preguntas retóricas.
Un sinfín de inquietes que se extinguen en un ciclo extraño de biósfera humana
Que nunca logro interpretar.
Y de todo este estado de confusión intermitente
Lo único que reconozco, es ese triste abismo desolado en el que me sumerjo.
.
Entonces ella aparece refulgente
Con su capa de hielo sólida
y su hoz magullada por
un millón de siglos olvidados.
Y mientras me roza con su vara angustiada
Y me transmite la depresión
que me ahoga en la oscura tiniebla,
Atravesando la profundidad
del silencio. Me pregunto:
¿Sabrá ella que tan lejos debo descender para volver a empezar?
Entonces, cuando el filo acaricia mi piel
sobre mis venas,
Aquel viejo ángel regresa a sacarme del abismo.
Y me eleva errante y adormecido.
Levitando entre capas de barro.
.
Me apoyo en ese muro frío…
Enciendo un cigarro para liverar la tensión
Y antes de acabarlo,
una extraña presencia se acerca.
Ella habla y sus palabras abren
puertas que creí cerradas.
Ya es tarde para refugiarme en mi mismo.
Y aunque reconozco las baldosas de esta calle
Y el final de este fotograma
Vuelvo a creer.
A confiar en sus ojos de brillo extraño
.
Somos transeúntes de un ciclo interminable.
A veces dilatado, a veces breve.
Otra veces blasfemo…
Eterno por donde lo mires.
Pero en definitiva…
El ciclo que queremos.
Luis Sadra.
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